Normalmente solemos acoger con gratitud y asombro las innovaciones tecnológicas que vienen a facilitarnos la vida. ¿Seguro…?. Aunque los inventos acaben siendo aceptados, en sus principios, cuando se plantea la posibilidad, tienen que hacer frente a multitud de dificultades. Desde el consabida «nunca se ha hecho así», hasta los pronósticos catastrofistas (como que las vacas iban a enloquecer al ver cruzar los ferrocarriles por los campos), pasando por los problemas de financiación. Algo así le ocurrió al bueno de Thimonnier y su invento, la máquina de coser…
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