En su primer viaje a España, Carlos de Gante decidió visitar a su madre, Juana «La Loca», recluida en Tordesillas, con el objetivo de obtener su permiso para poder titularse como Rey de España y, obviamente, por cuestiones afectivas. En el palacio y prisión de Tordesillas, Carlos se reencontró con su madre y halló allí a una hermana de la que apenas conocía su existencia: Catalina, la niña que estaba pasando su infancia encerrada bajo la crianza de la trastornada Juana y de sus tiránicos carceleros.